Cómo evitar urgencias absurdas en tu equipo comercial antes de las vacaciones

Viernes, 15:00. El portátil está ya medio cerrado. El móvil, a punto de pasar a modo avión. La cabeza, pensando en el chiringuito, en la carretera o en ese tren que no puedes perder. Y justo entonces… suena el teléfono.

Al otro lado, una voz conocida. Esa voz que todos hemos odiado alguna vez. Esa que empieza con “Perdona que te moleste justo ahora, pero…” y termina con un marrón del tamaño de un contenedor. Una supuesta “urgencia de vida o muerte” que, si no resuelves antes de las 15:30, hará temblar los cimientos de la economía mundial. O eso parece.

¿Te suena? No eres el único. Esa escena se repite en empresas de todos los tamaños, en todos los sectores y con todos los perfiles. En mis formaciones, cuando lanzo esta historia, decenas de cabezas asienten. Algunos incluso se ríen con resignación. Porque todos han estado ahí.

La llamada que nunca es lo que parece

El problema no es solo el contenido de la llamada. Es el patrón que se repite. Ese hábito tóxico de dejar para última hora lo importante, camuflándolo de urgente. Pero lo más preocupante no es la urgencia en sí, sino lo que esconde detrás: miedo, desorganización, dependencia y, muchas veces, una necesidad silenciosa de recordar quién tiene el control.

Porque seamos claros: en la mayoría de estos casos, el problema no es técnico. Ni operativo. Ni siquiera comercial. Es emocional. Es una llamada de pánico. El cliente (o el jefe, o el compañero) no quiere una solución. Quiere deshacerse del marrón. Pasártelo a ti. Y así poder irse tranquilo al fin de semana.

El coste silencioso de apagar fuegos ajenos

Lo que nadie dice es el precio que tú pagas cuando respondes a esa llamada. No solo es el tren que pierdes o el mal humor con el que llegas a casa. Es algo más profundo: pierdes autoridad. Pierdes energía. Y lo más grave, pierdes el control de tu tiempo.

Si cada viernes terminas la jornada apagando fuegos que no provocaste, no eres un líder. Eres el bombero emocional de quienes no asumen su responsabilidad. Y eso, a la larga, genera un desgaste brutal. A nivel personal, profesional y de equipo.

¿Y sabes qué es lo más doloroso? Que la mayoría de esas urgencias podrían haberse evitado con una mínima planificación. Pero claro, planificar requiere pensar, anticiparse, asumir errores… y eso, para muchos, es incómodo.

¿Y si el problema no fuera la gente, sino el sistema?

Es fácil culpar al cliente tóxico, al compañero pasivo-agresivo o al jefe controlador. Pero la verdad es que, muchas veces, el verdadero problema está en el sistema. O mejor dicho, en la ausencia de sistema.

Cuando cada comercial usa su propio Excel. Cuando los leads se reparten por correo, WhatsApp y papelitos. Cuando nadie tiene claro quién gestiona qué. Cuando los seguimientos se hacen “de memoria”. Entonces sí: estás sembrando el terreno perfecto para que el caos aparezca. Y lo hará justo cuando menos te conviene.

CRM Sencillo: el cortafuegos que tu equipo necesita

La solución no es responder más rápido. Ni ser más servicial. Ni tener más paciencia. La solución es montar un sistema que haga imposible que esas urgencias existan. Un sistema que dé visibilidad real al pipeline. Que muestre quién lleva cada cuenta. Que notifique automáticamente los seguimientos. Que te permita ver la información crítica aunque estés de vacaciones.

Ese sistema existe. Y se llama CRM Sencillo.

Está diseñado para pymes que quieren dejar de vivir apagando fuegos. No es uno de esos CRMs con mil botones que nadie usa. No. Es una herramienta simple, clara y adaptable. Que tu equipo puede empezar a usar desde el primer día. Sin formación eterna. Sin resistencia interna. Sin excusas.

Caso real: del caos al control en 72 horas

Javier, director comercial de una empresa de servicios industriales con 10 personas en ventas, vivía rodeado de caos. Cada uno gestionaba sus oportunidades como quería. No había reporting claro. Y cada semana, aparecía una “urgencia” inesperada. El viernes a las 15:00 era territorio de incendios.

Implantaron CRM Sencillo un lunes. El miércoles ya estaban operativos. Cada lead tenía su ficha. Cada comercial veía sus tareas diarias. Javier podía acceder a informes reales en tiempo real. Y lo mejor: el viernes siguiente… nadie llamó. Por primera vez en meses, salió de la oficina a su hora. Y llegó a casa con una sonrisa.

Conclusión: si el viernes sigue siendo un infierno, el problema no es el cliente

El problema es que no has tomado el control. Y hasta que no lo tomes, seguirás siendo el bombero de los miedos ajenos.

No se trata de dejar de ayudar. Se trata de ayudar con criterio. Desde la claridad, no desde la urgencia. Porque el respeto no se gana apagando fuegos, sino diseñando un sistema donde no haya incendios que apagar.


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