Cómo un peluche olvidado puede enseñarte a liderar mejor el cambio en tu empresa

Una tarde cualquiera, mientras ayudaba a mi hijo a ordenar su habitación, ocurrió algo que me cambió la forma de ver el liderazgo empresarial.

Entre cajas y juguetes acumulados durante años, llegó el momento de decidir qué se quedaba… y qué no.

Lo que para mí era una simple reorganización, para él era un acto de despedida. Cada peluche, cada muñeco, cada objeto tenía una historia. Y soltarlo no era sencillo.

Entonces entendí que el verdadero reto del cambio —en casa o en una empresa— no está solo en lo que haces, sino en lo que representa lo que dejas de hacer.

Este artículo nace de esa reflexión. Porque el desapego infantil tiene mucho que enseñarnos sobre cómo gestionar el cambio en las organizaciones.

El error común: pensar que el cambio es solo técnico

Cuando una empresa decide implementar un nuevo sistema, eliminar procesos antiguos o introducir una herramienta como un CRM, suele enfocarse en lo práctico:

  • Mejora de la eficiencia

  • Ahorro de tiempo

  • Reducción de errores

Y todo eso está bien.

Pero se olvida un detalle fundamental: las personas no solo ejecutan tareas, también se vinculan emocionalmente a cómo las hacen.

Ese Excel donde un comercial lleva anotando sus clientes desde hace diez años no es solo una hoja de cálculo. Es su terreno conocido, su refugio, su forma de control.

Quitarle eso sin acompañarle es como quitarle a un niño su peluche sin explicaciones.


No protestará siempre.
No llorará a veces.


Pero dentro… algo se rompe.

Cómo aplicar el “método del peluche” al cambio empresarial

El cambio puede doler. Pero también puede transformarse en una oportunidad de conexión. Aquí tienes un método de 4 pasos inspirado en esa tarde de juguetes:

1. Reconoce el valor simbólico de lo anterior


Antes de decir “esto ya no sirve”, reconoce lo que ha aportado. Agradece. Nombra. Valida.

2. Acompaña el proceso emocional


No lances el cambio como una orden. Implícalos. Escucha resistencias. Dales voz. A veces solo necesitan saber que fueron escuchados.

3. Crea nuevos vínculos con lo que viene


Un CRM no debe ser solo una herramienta. Tiene que convertirse en un nuevo “refugio”. Y para eso, necesitas mostrar su valor real en el día a día.

4. No minimices lo que para otros es importante


Si un comercial dice que prefiere su cuaderno a un CRM, no te rías. Pregunta por qué. Descubre qué hay detrás. Porque ahí está la llave.

Ejemplo práctico: cuando cambiar dolió… pero unió

Una empresa industrial implantó CRM SENCILLO tras años de trabajar con Excels compartidos por correo. El gerente pensó que sería una victoria rápida.

Pero la reacción fue fría. Incluso hostil.

Hasta que un día, uno de los comerciales compartió en una reunión:
“Yo no me niego por capricho. Es que tengo miedo de perder a mis clientes si no lo controlo como antes.”

Eso lo cambió todo.


El equipo dejó de ver el cambio como una imposición y empezó a construir una nueva forma de trabajo. Juntos.
Con formación. Con paciencia. Con respeto.

Y lo más importante: con un CRM que no complicaba más, sino que realmente simplificaba.

Conclusión: cambiar no es eliminar, es transformar

El cambio, si se impone, genera rechazo.
Pero si se acompaña, se convierte en evolución.

Como en la infancia, despedirse de lo conocido da vértigo.


Pero cuando sabes que lo que viene es mejor, y alguien te lo muestra con empatía…
das el paso.

Porque en el fondo, todos somos ese niño frente a una caja de cartón, decidiendo si soltar o no su peluche favorito.

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